El ICAN de Gandia ha supuesto ese "regreso a casa".
Regreso a casa después de una larga ausencia, volver a aquel lugar al que perteneces aun a pesar de que decidas ausentarte del mismo. Hagas lo que hagas, fueres donde fueres, digas lo que digas, siempre pertenecerás allí. Nada puede cambiar esa adscripción.
Y volver a casa trae siempre tantos recuerdos, tantas emociones, tantas sensaciones, vivencias y momentos olvidados?. que te sumes en un estado alterado de entre excitación, sosiego y nerviosa calma. Viejas caras conocidas, iluminadas por nuevos propósitos. Encuentros, con tus iguales, con los ritos y las tradiciones de las horas previas, con los nervios controlados y los desatados, con la lista de cosas por hacer durante el largo día venidero, con el reto auto impuesto, con la última cena y el primer bocado del día.
Volver a casa y sentir el cálido abrazo del mar en tus pies, fríos sobre la arena del amanecer, invitándote a sumergirte en el mientras el sol despunta en el horizonte tiñendo el cielo de naranja.
Volver a casa y envolverte en aromas tempranos.
Como el del látex de los gorros que envuelven todas esas cabezas tocadas con cristales sobre los ojos, brillantes, ocultos, de mirada nerviosa.
Como el del neopreno que envuelve la excitación de todos esos cuerpos tensos, eléctricos, dispuestos a lanzarse a la señal, al mar.
Como el de la mixtura de perfumes, lociones, esencias, de todos aquellos que nos han acompañado todo este tiempo de preparación, llegando a nuestro lado justo hasta la mismísima orilla del mar, donde solo podrán esperar nuestro regreso y que aun así, viajaran y sufrirán lo mismo que nosotros durante las largas horas de espera.
Volver a casa, para escuchar el atronador grito de ánimo y aliento desde las gargantas de aquellos que esperaron nuestro regreso desde el mar. Y de entre el estruendo, tu nombre, proferido muchas veces, que se propaga a tu paso como un estandarte que flamea y que te renueva las fuerzas y la determinación para seguir.
Volver a casa, para dejar que el aire cálido y tempranero, seque tu cuerpo tras abrirte paso en las aguas y dejar que te envuelva de su roce transparente y la caricia abrasadora del sol, durante un prolongado tiempo de pedaleo solitario.
Volver a casa, para volver al principio y para tratar de ser puntual en tu cita con los que aún te esperan, en cada punto de encuentro del recorrido que una vez cubrió, hace muchos años un soldado griego llamado Filípides.
Volver a casa, para una vez más sentir y comprender y dar sentido, antes de enfilar la línea de meta, a todas las emociones, motivaciones, promesas y compromisos, que te han conducido hasta allí.
Volver a casa, volver a ser Finisher.