jueves, 20 de septiembre de 2007

Crónicas desde el Centro del Universo: Cuando todo comienza

Cuando todo comienza


Dicen que el Ironman comienza realmente en la maratón. Algunos incluso apuntan que comienza a partir del km. 21. Dicen que la actuación del triatleta en la misma, califica un Ironman y que la maratón mide realmente la dimensión del triatleta, su carácter y su capacidad. Dicen que todo lo realizado hasta ese momento puede carecer de valor o de importancia y que la actitud mental después de los km. ya recorridos en los sectores previos, es tan o más importante que las fuerzas físicas.

Fortaleza mental, determinación, decisión e ingentes cantidades de ganas de disfrutar y de capacidad de sufrimiento, casi a partes iguales, son necesarias para poder afrontar el panorama espacio- temporal dilatado que se presenta ante ti al dejar tu bicicleta, cuando todas tus percepciones y espacio sensorial, llaman a detenerte, a descansar a terminar.



Haber administrado tu energía adecuadamente, para ir poco a poco empleándola, liberándola y poder correr, de menos a más. Llegar al final aún con un pequeño remanente. Ese es el reto. Ese es el fruto de trabajo bien hecho, de la suerte, de la buena claro y en parte del azar. Es el objetivo y el verdadero disfrute del Ironman, poder correr ligero, poder entregar tus energías. Convertirte en un buen administrador de energías es tu objetivo en larga distancia, saber consumirte lenta y prolongadamente y dejar un poso final de ti desde el que regenerarte.

Aunque hasta ahora lo he conseguido hasta cuatro veces, no es fácil.

Así fue como comencé a correr y como con los primeros pasos, se disiparon las dudas por completo. Podía correr fácil y ligero, la rodilla ya no buscaba más protagonismo. Había podido mantenerme sobre el filo de la navaja sin caer hacía ninguno de los lados y repleto de energía y decisión, comenzaba mi periplo por el paseo de Puerto del Carmen.

Como en los videojuegos, cargué vidas y energía extra en cada encuentro con los míos. Besar en público a un pequeño spiderman, dejará de ser posible en pocos años, luego hemos de aprovechar que todavía se presta a ello. Y desear volver a por más besos, es motivo suficiente para mantener el esfuerzo, para apretar el paso, para seguir adelante.

Me encanta la maratón del Ironman de Lanzarote. Permite encuentros cada poco tiempo, seguir la evolución de la carrera, de tus compañeros, de tus contrincantes, de ti mismo. Existen multitud de pequeños rincones, lugares singulares y personajes inolvidables. No deja de sorprenderte. Este año descubrí el lugar en el que si algún año procede tener que retirarme, lo haré. Fijaros en esa barandilla de madera que flanquea el acceso al azulado suelo de un restaurante especial, allí abajo al final de la callejuela que desemboca en el mar. Encontrareis el lugar para abandonar, si las fuerzas, la salud o la energía se os han agotado. Tumbados entre frescas y blanqueadas sábanas, acariciados por la brisa atlántica y sedada la visión por el horizonte inmenso y azul, nos será más fácil asumir nuestra derrota, nuestra renuncia a derrotar a la isla de lava, viento, sal y sol.


Y en ella vives en directo múltiples acontecimientos, propios y de otros. Gloria y dolor rodeándote allá donde alcanza tu mirada. Esfuerzo y sufrimiento, comedidos, buscados, encontrados. De toda esa gloria y dolor, me quedo con las de mis compañeros. Gloria de Pablo, que desde el esfuerzo y el sufrimiento, alcanzó su sueño de poder seguir recorriendo sendas extendidas en la lava. Y yo pude presenciarlo y además presagiarlo, en directo. La última vez que me cruce con Pablo, yo iniciaba la última vuelta. El, con la concentración del último y doloroso esfuerzo, encaraba la línea de meta. Un choque de manos, un grito de aliento, un escalofrió y el convencimiento de que lo había conseguido, fueron avituallamiento suficiente para encarar mi vuelta final.
Dolor, el de Dani que habitó ambos lados del filo la navaja en una dura prueba a su determinación. Pruebas que siguen probándole. Pruebas que tarde o temprano le conducirán a deslizar por el filo, sin caer, culminando el proceso que una vez iniciado no podrá detenerse. El proceso de alcanzar también la gloria y un sitio entre los elegidos. Pero mientras llega ese momento, cae, muere y renace.


Y así entre choques de manos, ánimos y últimas fuerzas se fueron consumiendo los kms, felicitando y despidiendo a los que terminaban, animando a los que aún seguían en carrera. En esos kms, los de la satisfacción, encajas las piezas del puzzle, cobran sentido las horas de esfuerzo y sacrificio, las horas robadas a los tuyos, las promesas realizadas, las entregas dedicadas, los compromisos adquiridos, todo lo que en definitiva te ha llevado hasta allí.

Y es entonces cuando según te acercas a la meta, que se congela el tiempo y vuelas muy lento sin despegar del suelo. Y los tuyos se aferran a las alas de tus brazos y se inundan de tu inmensa alegría y sois uno. Y todo acaba y todo se detiene. O quizás todo comienza de nuevo.












3 comentarios:

MCF dijo...

Joer Juan Diego, lo cuentas tan bien y tan bonito que dan ganas de hacerse un IM cada fin de semana.
El día que me lance a esa aventura, tus crónicas serán de lectura obligada para buscar la motivación en los momentos difíciles.
Pipiolos saludos, camarada ;)

Zubi dijo...

Es un verdadero placer el poder leerte y descubrite en este maravilloso rincon que cuidas día a día.

Gracias por compartir estos sentimientos tan personales con nosotros.

Un fuerte abrazo, amigo.
Zubi.

http://www.zubi-happyironman.blogspot.com/

Pablo Cabeza dijo...

Gracias por crónicas como esta y por ser mi amigo.

Gracias maestro.