lunes, 22 de febrero de 2010

Tri Sense

Sentir, emocionar, sorprender. Esos son los principios fundacionales de la nueva publicación sobre triatlón que nace con el 2010. Y en mi opinión, sesgada, como colaborador de la revista, los cumple sobradamente.

TRISENSE se siente. Con los sentidos. Con todos o casi todos.
Primero acaricias TRISENSE, su lomo, palpando con las yemas de los dedos el relieve de sus títulos de portada , realzados. Y con reverencia y sumo cuidado comienzas a pasar sus paginas muy despacio y cuidadosamente, intentando no dejar la impronta de tus dedos en las paginas que se van abriendo ante tus ojos sorprendidos. Y el paso de las hojas que caen como un abanico cerrándose, proyectan en tu nariz su olor, a impresión densa de las letras sobre el fondo de impactantes imágenes.
Y sientes con tu mente que se muestra evocadora y te traslada a diversos de los escenarios que nos muestran.
TRISENSE emociona con sus relatos, sus lugares, sus ejemplos de superación y de esfuerzo, con sus consejos acertados y concisos.
TRISENSE sorprende, por su apuesta editorial, por su calidad, su formato y por su originalidad.

Cuando me ofrecieron colaborar en la revista, escribiendo sobre el Titán, dude de si podría estar a la altura de la empresa encomendada. TRISENSE aún no había nacido y haber podido participar en hacer realidad su primer número, disfrutando de la experiencia, del equipo y del proyecto, ha sido un autentico placer. Con TRISENSE nacida, ampliando, mejorando y completando nuestro triatlético panorama nacional, creo que va a ser muy difícil poder de nuevo llegar al listón para repetir experiencia. Como toda criatura recién nacida, solo le queda crecer y mejorar aún más si cabe.
Bienvenida TRISENSE.
No os la perdais.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Del Cielo al Abismo.... cuestión de ánimo


Del cielo al más profundo de los abismos, como del amor al odio, hay tan solo un estrecho trecho.

En el cielo esta la nube ironmánica, esa especie de nirvana que se alcanza imperceptiblemente al cruzar la línea de meta de la madre de las distancias triatléticas. Es un estado de plácida ensoñación, leve, moderada inicialmente, que va transformándose con el transcurso de los días, en un estado de euforia completa, interna y contenida, basal y subcutánea.
Madura, como la fruta temprana, aunque muy lentamente.

Convertido en partículas de nube ironmánica; gotículas de esfuerzo, emoción, entrega, determinación y sufrimiento, flotas muy suavemente acunado por las corrientes ascensionales que modelan toda nube. Tenue, ligero, ingrávido, casi inmaterial y evanescente, dejas fluir el tiempo mientras recuperas físicamente tu olvidado cuerpo material. Ya no hay apremio, solo quietud, calma y paz mental. Te abandonas insensible al proceso, al cambio y aunque cambias continuamente, fluctuando informe, mantienes el volumen.
Con el tiempo en tu nube cada vez más adelgazada por el efecto de la cotidianeidad, llegas a sentirte indestructible. Llegas a olvidar lo efímero de nuestra condición. No importa el número de veces que hayas alcanzado la nube, es consustancial a envolverse suspendido en ella. Eres capaz de todo. Hasta de no darte cuenta de que estas cayendo, envuelto de recuerdos. La nube se disipó y dejó de soportarnos.

Y caes irremisiblemente. Tanto puedes caer, que te sumerges en el abismo más profundo.


Abismos hay tantos como personas: abismos colectivos, abismos particulares, abismos solitarios o compartidos. En el abismo crece la desesperanza. Se dan las condiciones para que se impregne de ella el aire denso y frío y lo envuelva todo en la oscuridad reinante. Existen abismos de desilusión, de desmotivación, de impotencia, de incapacidad.
Al principio la desorientación y la confusión que la oscuridad impone, nublan la razón y solo dejan lugar a la furia y frustración. Cegado aún por el brillo de la nube, no atisbas salida, ni opción. Sin razón eres vulnerable y sensible a la depresión. Destruyes tu indestructibilidad desde dentro, sientes que no podrás salir jamas, envuelto en desesperanza.
Pero un día atisbas luz, débiles filos de luz al principio, que se hacen más potentes cada día y muestran una salida, un camino más o menos largo, estrecho y tortuoso que decides iniciar, calzado de ánimo. Existe esa vía que nos sacará del pozo y que siempre estuvo delante de nuestros ojos aunque miráramos sin ver. Y tarde o temprano, con la cara tiznada, asomamos a la superficie. E iniciamos una nueva vuelta en la noria en que un día decidimos convertir nuestra vida. Arriba, abajo, arriba y abajo.
Han pasado 7 meses sin escribir. Sin escribir, ni sentir necesidad de hacerlo. La víspera de ascender a mi quinta nube ironmánica fue el ultimo día hasta hoy. Fue en Niza, donde volví a cruzar la meta de un IM, flanqueado por mis hijos. Niza, un ironman que ha resultado contrapuesto.
Por una parte completé una buena carrera, mostrándome que aun podía enfrentarme a la distancia aun a pesar de las dudas, que un año anterior marcado por el aciago accidente, dejan en tu mente y en tu ánimo. Me mostró mis limites y que aún puedo mejorar y rendir mejor. Sin embargo y a pesar de estar rodeado de 2500 coparticipantes, me sentí solo. Acostumbrado a la "fiesta sorpresa" que solían suponer mis IM anterirores, en esta carrera, me sentí solo, que no bien arropado como siempre por los mios. Pero si lo piensas bien, eso es un IM, la soledad en el esfuerzo. Quizá la excepción hayan sido los anteriores. A pesar de "sentir" menos emocionalmente la prueba, ha sido muy importante.

Y apenas algo más de un mes después de concluir Niza, entre los últimos jirones de la nube ironmánica y diversas situaciones personales, como sucede a menudo, la caída al profundo pozo llegó en forma de lesión. Mientras preparaba la próxima cita del año, el Elbaman, la imposible destrucción de la indestructibilidad, se hizo posible y cai roto el 5 de agosto.
Una rotura parcial del tendón del tibial posterior me castigó a no caminar, correr o saltar. Entre la mala gestión de la lesión, ninguneada e infravalorada inicialmente por mi indestructibilidad ironmánica, mi empeño en seguir dispuesto a estar el la linea de salida de Elba y la falta de cuidados, la negrura del pozo se hizo tangible, espesa y axfisiante.
Han pasado meses para poder atisbar la luz, salir del estrecho pozo y volver a cargar el ánimo de perspectiva, la única que nos puede librar de los extremos de nuestra percepción distorsionada. Dudé de volver a correr, dudo de volver a correr como lo hacía, dudaré de nuevo sin duda.
Pero ha vuelto a sentir necesidad, de expresar y compartir muchas de estas reflexiones del Tri. Y lo voy a hacer.